martes, 23 de abril de 2013

EL PINTOR DE ALMAS (Final)

         

          Marguerite exhibió una sonrisa al ver que me acercaba. Varios folios estaban cuidadosamente distribuidos en la mesa desde la que había hecho la presentación de su libro y se disponía a guardarlos en un ajada cartera de piel que había tenido mejores épocas. Los asistentes abandonaban bulliciosamente el salón de actos, mientras comentaban entre ellos los matices del que prometía ser un nuevo éxito de ventas de  mi vieja amiga.

-          Bon jour, Alvago.- dijo arrastrando la g
A pesar de los años que hacía que éramos amigos y de que hablaba con fluidez el castellano, había sido incapaz de aprender a pronunciar bien mi nombre
-     Bon jour Marguerite – respondí también con una  sonrisa

            Después de una breve charla para ponernos al día desde la última vez, le acompañé hasta su coche que estaba aparcado en las proximidades.
-          Cenaremos en Montmartre, en la brasserie de un amigo
-          Me parece perfecto – Respondí

Al salir del aparcamiento, el rugido del motor de su Quattroporte provocó miradas de admiración de algunos viandantes
Marguerite se sumergió en el frenético tráfico parisino y mientras me relataba  el trabajo de campo de su último libro, me dediqué a admirarla, sabiendo que su concentración al volante no disminuía  a pesar de estar hablando.
Llevaba el pelo corto, lo que le daba un aire más juvenil. Su vestido negro, ceñido y corto insinuaba un pecho firme y natural. Su posición en el asiento hacía que la falda  se hubiese subido más de lo conveniente, mostrando unos torneados muslos que incitaban a ser acariciados.
¿Pero que me ocurre?, pensé.
Marguerite es  una buena amiga. Nunca la he mirado con deseo.

Quince minutos más tarde aparcó en las proximidades de la brasserie Le Moulin de la Galette.
Nos acercamos paseando. Mientras ella no paraba de hablar, yo le miraba sonriendo, a la vez que disfrutaba del encanto de las calles del barrio.
Algunos ingenuos turistas estaban siendo hábilmente retratados después de caer en la red de  los maestros del carboncillo y el pincel que intentaban sobrevivir mientras llegaba el Mecenas que valorase su talento. Yo tuve más suerte
La pareja de jóvenes enamorados sentada en un banco, se besaba ajena al resto del mundo que les rodeaba. Se veía en sus miradas el amor ciego y apasionado de los primeros años.
El anciano que, con mirada triste y elegantemente vestido, paseaba a su perro añorando, probablemente tiempos pasados, tiempos de juventud.
Por primera vez en muchos meses, me sentí bien. Un sentimiento casi olvidado que parecía felicidad se adueñó de mí durante unos minutos.

El restaurante tenía el  aura de Renoir, no en vano pintó en sus proximidades la que probablemente es una de sus mejores obras y del que había tomado su nombre.
La  cena transcurrió entre miradas de extrañeza de Marguerite y mis sonrisas.
Le conté el episodio del suicidio en Riazor. Le conté mi desliz con Prado.
Y ella volcaba sus ojos en mi, intentando llegar a lo mas profundo de mis pensamientos. Yo sabía que su analítica mente estaba procesando la información  y que al final me daría un veredicto.
Ella conocía mi pasado,   mis pesadillas, mi  tendencia a autodestruirme.

            Habíamos terminado nuestro café y después de un breve momento de silencio me dijo
-          Salgamos a  pasear

Hacía frío y se subió la solapa de su abrigo en un gesto inconsciente. Fuimos caminando   hasta las proximidades del Sacre Coeur. La majestuosidad del templo transmitía serenidad. Pasé mi brazo por sus hombros intentando transmitirle un poco de calor, aunque en realidad quería sentir su contacto.





Llegamos a la zona ajardinada que rodea la Basílica. La ciudad se veía preciosa con la torre Eiffel iluminada.

-          Sentémonos en el césped – le pedí
-          Pero nos vamos a congelar
-          Sentémonos, te lo ruego
-          De acuerdo – aceptó – Estás muy raro, y creo saber por que.
-          Quizás tengas razón, pero ahora déjame disfrutar el momento

Sus ojos brillaban como estrellas y decidió tumbarse a contemplar el cielo. Los cerró. Yo me incliné apoyándome en el brazo y sin previo aviso le dí un beso en la boca. Pareció sorprenderse, pero no me rechazó. Sus labios sabían a caramelo, los abrió y mi lengua fue en busca de la suya mientras las yemas de mis dedos se enredaban en su pelo.
Noté como empezaba a excitarse y entonces me separé.

-          Perdona, no debí hacerlo. Llévame al hotel, por favor.

Marguerite se quedó algo desconcertada, pero no dijo nada.
Llegamos hasta el coche y en silencio me llevó hasta L’Avenue de L’Opera  donde estaba mi  hotel. Yo tampoco abrí la boca durante el trayecto.

-          Mañana te llamaré. Necesito decirte algo.
-          D’acord – respondió mirándome con tristeza

Los neumáticos se quejaron cuando el coche salió disparado. La calle estaba desierta.




Ya en la habitación mi cabeza no paraba de dar vueltas a lo ocurrido. Pensaba en voz alta, mientras decía
-      Eres gilipollas, has mandado a la mierda una amistad de las auténticas ¿Qué le vas a decir? Perdona, me dejé llevar. Estabas irresistible. Fue el embrujo de esta ciudad

A duras penas conseguí calmarme y al cabo de un tiempo me venció el sueño. A la mañana siguiente, la melodía del tf me despertó.  Me di una ducha y con las ideas mas claras, caí en la cuenta de que por primera vez desde hacía mucho tiempo, había conseguido dormir sin tener pesadillas.



Cuando estaba tomando el segundo café en la brasserie del hotel la vi entrar. No era espectacular,  no robaba las miradas de los hombres a su paso, pero en aquél momento supe que la quería. Que, probablemente desde hace mucho tiempo, la amaba sin saberlo y, para mi, era la mujer más atractiva del mundo.
Me levanté, me acerqué hasta ella cuando estaba hablando con el maître y sin mediar palabra la besé. Fue un beso largo y lleno de sentimientos, sentimientos que ella compartía desde hacía tiempo aunque jamás noté nada. Un beso en el que mi alma, el alma de este aprendiz de pintor, supo que había encontrado la que siempre anduvo buscando entre paletas, pinceles y colores

-          ¿Posaras para mí?


Clochard

Fotografías tomadas de la red

NOTA.-

            Aquí doy por finalizada esta historia y reconozco no estar nada satisfecho de ella. Os pido disculpas por las esperas, los cambios de ritmo, la poca profundidad de la misma, en fin, por el puro en capítulos que os habéis tragado.
            Como quizás tenga mayor coherencia leyéndola seguida, la voy a colgar entera en una pestaña, por si alguien padece de insomnio y le apetece buscar a Morfeo en estas letras.
            Gracias a todos por vuestra paciencia 




2 comentarios:

  1. Si queda despegao el final con el comienzo, pero sin embargo es un final muy digno.
    A mi ma gustao

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  2. Hola Clochard

    Mira yo soy mucho de dar collejas, y hoy no sé si darte un beso ( virtual, eso sí) o una colleja y de las gordas.

    No tengo ni idea de lo que se te pasó por tu cabeza cuando comenzaste a escribir el pintor de almas, pero mira a mi eso, comprenderás me da igual.

    Me centro en lo que leo hoy, en este post, que es una historia en la vida de un hombre, de un pintor que estaba perdido y al final encontró su camino donde menos se lo esperaba. Así es la vida, un camino, una emoción en cada recodo, un peaje que a veces es gratuito y otras pagamos hasta casi dejarnos el alma en el intento de saber cual es el siguiente destino.

    He paseado por París, una ciudad que embelesa, que es fuente de inspiración para el arte en general, por eso querido amigo, me da igual que no sea tu obra perfecta, a mi me has seducido en esta entrega y me quedo con eso.

    Un abrazo o un beso ( como prefieras ) o ambos

    :)

    Feliz día

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