domingo, 26 de mayo de 2013

EL PELIGRO DE COCINAR

Fotografía de Sarolta Ban


Ayer visité una vez más el  ala este de la casa blanca
Alguien me propuso cocinar sin imaginar el error que cometía.
La cocina es un arte  y en el arte,  cada obra creada es fiel reflejo del estado de ánimo del autor.
Prometí un menú diferente.
Tenía pensado otro menú para este día. Algo muy distinto, una celebración, pero las cosas casi nunca salen como se desean.
Preparé un entrante de Tostas de Ira con Reducción de Albahaca que provocaron cruentas discusiones entre los comensales.
Se apaciguaron con un Sorbete de Indiferencia al Marc de Champagne
A continuación tomaron un Solomillo de Desesperanza con guarnición de Frutos de Soledad arrancados al amanecer del Árbol de los Recuerdos. El solomillo estaba poco hecho, a gusto del autor, para que cada corte de cuchillo tiñese de rojo el plato con la sangre que manaba.
Hubo caras de extrañeza con este plato y se empezaron a sentir incómodos, a la par que angustiados.
El postre fue mi mejor creación.
Coulant de Añoranza Chocolateada acompañado de Crujientes de Melancolía. El coulant les deparaba una sorpresa. En su interior, flotaban Gotas de Lágrima recubiertas en una Cálida Mirada de Fotografía que conferían un toque salobre al chocolate.

Todo ello fue regado con un excelente caldo, Sangre Por Derramar, cosecha del 56, calificada de excelente, para tomar en pequeños sorbos si se quiere apreciar su complejidad. 
No la apreciaron.

El colofón estuvo con varias botellas de  Brut Nature Reserva Para Desesperados con las que se hicieron sucesivos brindis por los amores no correspondidos ni entendidos, pero agradecidos, por los amigos que nunca fueron y los enemigos que si, por los hijos huérfanos de padres en vida, por la adrenalina que nos permite continuar cuando ya no hay camino que recorrer… y tantos otros que soy incapaz de recordar.

Una vez terminado el cava, de forma ordenada y sin empujones fuimos saltando al vacío desde la terraza del séptimo piso en el que nos encontramos.
Yo me reservé el último lugar.

Ahora puede leer esto precisamente por haber sido el ultimo
No debían haberme dejado cocinar.

Clochard

NOTA.-
No publico nada ni os visito desde hace bastantes días,os pido disculpas por ello, y aunque se que eso no es una novedad en mi trayectoria en este mundo, ahora las razones son otras y me llevan a dejar sine die, una vez más, este hobby que tantas satisfacciones y sinsabores me ha dado. Gracias a él conocí a la mujer que amo y hoy ya no está en mi vida. 
Antes de tomar esta decisión, había creado otro blog dedicado a la fotografía en el que me voy a centrar. Al fin y al cabo las fotos no  hacen daño a nadie aunque expresen tantos sentimientos como las letras. El blog se llama LA MIRADA DE ICARO  por si a alguien le apetece visitarlo
No se cuanto tardaré en comentaros, espero que poco, pero si no lo hago, no será por no leeros. Quien intreprete que busco compasión o un victimismo fácil se equivoca, pero cuando se viven situaciones como la que tengo ahora se llora hasta con la sintonía del telediario y hay que dar tiempo al tiempo.
Hasta pronto y gracias a todos por estar
Carlos

martes, 14 de mayo de 2013

EL SUEÑO DE UN SUEÑO

Fotografía de internet


A veces despierto en un mundo extraño. Encerrado en una gran sala sin puertas ni ventanas.

Busco una grieta, un resquicio, cualquier cosa que me permita salir al exterior, pero es inútil, estoy condenado a ser testigo, una vez más.

La sala, empieza a llenarse de gente. No tengo ni idea de donde salen, pero ahí están.

Son caras conocidas, amigos, familia.

Me sitúo junto a ellos pero hacen como si no me viesen, como tantas veces

No entiendo lo que ocurre

Todos son ellos y ellas en uno y todos sumados son ninguno

La escena se repite con solo dos cambios. Uno es un contador situado en la parte superior derecha de mi campo visual. Es un contador regresivo y en cada repetición hay un dígito menos. El otro soy yo

Todos los presentes ejecutan siempre los mismos actos, hablan con las mismas personas, vierten las mismas lágrimas.

Mis hijos, mi madre, mi hermana y el resto de personas que siente alguna clase de afecto hacia mi.

Pero siempre busco a alguien especial a quien no veo. Me desplazo entre la gente como alma inerte y, al fin, diviso al fondo de la sala a una mujer que mira llorando en silencio el contenido de una caja.

Esta parte siempre aparece como en una nebulosa.

Me sitúo junto a ella y parece no darse cuenta. Cuando ya estoy a su lado la reconozco.

Le hablo, pero parece no escucharme. Me acerco y la beso.

- Por fin te he encontrado.

Veo el brillo en su rostro y siento la humedad de sus lágrimas mientras permanece hierática, como una esfinge. Algunas arrugas que delatan una vida de sufrimiento le hacen estar más bella, si cabe. Su boca sabe a fresas silvestres.

La mirada sigue fija en el interior de la caja.

Picado por la curiosidad, busco el objeto de su atención.

Está oscuro y no distingo bien su contenido

Cuando mis ojos consiguen verlo ella gira su mirada hacia mi

Lo último que recuerdo son sus palabras

- Hemos perdido el poco tiempo que teníamos para amarnos

Las escucho a la vez que veo mi cuerpo tendido en el interior del ataúd.



Clochard




sábado, 11 de mayo de 2013

LA HORA


Fotografía de Sarolta Ban


Son las diez y pienso en ti
Escribo con rabia sin cesar
Muerdo mi lengua hasta sangrar
Escondo lágrimas por  aflorar

Son las diez y pienso en ti
Igual que ayer y antes de ayer
Es angustia mi presente
Te siento ausente

Son las diez y pienso en ti
Escrito está, te amo
Nada  lo puede impedir
Ni Yahvé ni Lucifer
Aquellos que me harán morir

Son las diez y pienso en ti
Padecemos la sinrazón
Masticamos la desazón
Busco un momento de cordura
Tan solo un ápice de donosura
Que te libere de esa amargura

Son las diez y pienso en ti
Y te añoro, y te amo y te deseo
Y en sueños  te poseo,
y te hago mía con ternura
con sutil balanceo

 Fotografía de internet

Son las diez y pienso en ti
Conjuro contra  tus fantasmas,
que resurgen para destruir.
Aquellos que moran en ti
Y no nos dejan vivir

Un amor nuevo te di
limpio y puro, un sentir
en cantidad que no conocí
si es que amar se puede medir

Amor del bueno
sin trampa ni cartón
No juzgo ni comparo
tan solo espero el amparo
de tu alma a mi pasión

Son las once y pienso en ti
Una hora escribiendo un poema
Por ti,  para ti, como si estuvieses aquí
¿Dónde te escondes?
¿Acaso huyes?
A veces, solo a veces
A veces pienso que si


Clochard

















miércoles, 1 de mayo de 2013

AMOR ETERNO

Fotografía mia


Nos conocimos cuando yo era un era niño. Ya entonces me gustaste, aunque no conocía ese tipo de amor. Algo en mi interior se emocionaba cada vez que te veía o estabas cerca de mi, me excitaba..
No eras de la familia, pero vivías permanentemente con nosotros y esa cercanía me enfermaba. Te deseaba, te quería conmigo, quería ser tuyo
Pasiones de juventud, decían mis mayores, mientras yo soñaba contigo, con tus voluptuosas formas. Posar mi lengua en ti, poner mis labios a tu entera disposición, aún a riesgo de quemarme con ese fuego que ardía en tu interior, lo sabía, lo veía.
Había visto y admirado furtivamente a otras parejas y te tenía  tanto miedo como deseo anidaba en mi
¿Y si nos pillan? -  Pensaba -  Se armará muy gorda
Quería dar el paso y cada vez que te miraba sabía que no me rechazarías, a pesar de mi inexperiencia.
Recordé la conversación escuchada mientras pensaban que estaba en mi habitación
-          Cada vez lo hacen más jóvenes.
-          Lo tienen muy fácil, y recuerda a que edad empezamos nosotros - Decía mi madre con una sonrisa.
-          Y eso que la primera vez suele salir mal – Corroboraba mi padre

Quizás fue eso lo que me unió a ti para siempre. Quizás esa fue mi perdición
La primera vez fue perfecta. Lo recuerdo como si fuese ahora. Parecíamos hechos el uno para el otro. No es que saliese bien, salió muy bien.
Al terminar me sentía flotando como en una nube. El placer todavía me invadía minutos después y antes de recuperarme ya deseaba repetir.

Aún hoy, después de tantos años juntos, de sinsabores, de enfermedades, de infidelidades perdonadas, no consigo entender por que continúo a tu lado

Maldito tabaco

Clochard

domingo, 28 de abril de 2013

EL OLYMPIA




-          Mamá, hoy iré a ver a Ramón
-          ¿Pero Carlos, si estuviste hace pocas semanas?
-          Ya  lo se, pero quiero ir otra vez
-          De acuerdo – dijo mi madre – pero no vuelvas tarde
-          No mamá

Al terminar las clases en el instituto cogí el  tranvía hasta Plaza de España.

Siempre que podía, me situaba junto al conductor. Me fascinaba y no terminaba de comprender como podía manejarse una mole de hierro como aquella con una  palanca que  giraba sobre un eje, aumentando o disminuyendo la velocidad según su posición. Tenía también otra palanca que, al accionarla dejaba escuchar un sonido de aire escapando a presión de algún sitio que yo desconocía. Supe que era un freno de emergencia cuando me dirigía, en un trayecto hacia la estación de autobuses, y un  Renault, recuerdo que se le conocía por 4 Latas, conducido por un señor mayor, tuvo la mala fortuna de cruzarse en el camino de la bestia de hierro.  El avezado conductor de la bestia, vio lo que iba a ocurrir  y accionó las dos palancas simultáneamente mascullando improperios a la vez. Se escucharon ruidos, el tranvía aminoró la marcha bruscamente provocando que algún viajero cayese  contra los asientos y más improperios.
Yo lo veía en primer plano, iba al lado del conductor, de pié como él. Circulábamos por la que entonces era avenida general Franco. Espacio para un carril de circulación de coches y otro para las vías del tranvía en cada sentido. Una fila de farolas de hierro, del bueno, en la zona central de la avenida, junto a las vías del tranvía.  El 4 Latas inició una maniobra de arrancar a 5 por hora, sin mirar, y se situó en las vías. La bestia, ya casi parada, pero no del todo empujó casi con delicadeza al coche orientándolo contra una de las farolas. A cámara lenta se inició una desigual batalla  entre la bestia, la farola de hierro y el coche, que parecía de papel, a juzgar por la facilidad con que empezó a arrugarse,   quedando reducido a la cuarta parte de su tamaño, hasta que la bestia de detuvo. La farola tampoco cedió. No supe que les ocurrió a los ocupantes por que nos hicieron bajar rápidamente y tampoco tuve la curiosidad de quedarme.






Llegué a mi parada y me dirigí hacia El Tubo. Las cigarreras estaban apostadas  en la entrada de la calle. Era el único sitio que conocía donde podía comprar cigarrillos sueltos para satisfacer mi incipiente adicción al tabaco. No tenía dinero para comprar una cajetilla y tampoco quería correr el riesgo de que me la encontrasen mis padres. Hice la compra habitual y avancé hacia mi destino.

Al girar hacia la izquierda, al final de la calle te topabas con un gran cartel en el que se anunciaba  “Salón Olympia”

Ramón se encontraba junto al segundo sillón, al entrar en el local. Recuerdo su aspecto como si lo viese ahora. Unos 50 años, un poco pasado de kilos, bigote de la época, pulcramente recortado y una chaquetilla blanca abotonada, que le confería un aspecto de profesionalidad, que además era real.
Me sonrió al entrar. Estaba manejando afanosamente las tijeras, intentando cumplir con  las indicaciones de un cliente.
Me senté a esperar a que terminase y empecé a recordar las agradables sensaciones que me producía el hecho de que me cortasen el pelo. Hoy todavía no se si eran los sonidos de la tijera al recortar o de la maquinita manual que, a veces, utilizaba para dejar perfecta la zona del cuello. No lo se. Pero recuerdo que cerraba los ojos y me concentraba en esas  sensaciones   que me trasladaban a un mundo mucho más agradable que el que tenía.

Con el paso de los años, el salón cerró sus puertas.  Nunca supe que fue de Ramón, pero hoy todavía recuerdo su maestría.


Clochard






martes, 23 de abril de 2013

EL PINTOR DE ALMAS (Final)

         

          Marguerite exhibió una sonrisa al ver que me acercaba. Varios folios estaban cuidadosamente distribuidos en la mesa desde la que había hecho la presentación de su libro y se disponía a guardarlos en un ajada cartera de piel que había tenido mejores épocas. Los asistentes abandonaban bulliciosamente el salón de actos, mientras comentaban entre ellos los matices del que prometía ser un nuevo éxito de ventas de  mi vieja amiga.

-          Bon jour, Alvago.- dijo arrastrando la g
A pesar de los años que hacía que éramos amigos y de que hablaba con fluidez el castellano, había sido incapaz de aprender a pronunciar bien mi nombre
-     Bon jour Marguerite – respondí también con una  sonrisa

            Después de una breve charla para ponernos al día desde la última vez, le acompañé hasta su coche que estaba aparcado en las proximidades.
-          Cenaremos en Montmartre, en la brasserie de un amigo
-          Me parece perfecto – Respondí

Al salir del aparcamiento, el rugido del motor de su Quattroporte provocó miradas de admiración de algunos viandantes
Marguerite se sumergió en el frenético tráfico parisino y mientras me relataba  el trabajo de campo de su último libro, me dediqué a admirarla, sabiendo que su concentración al volante no disminuía  a pesar de estar hablando.
Llevaba el pelo corto, lo que le daba un aire más juvenil. Su vestido negro, ceñido y corto insinuaba un pecho firme y natural. Su posición en el asiento hacía que la falda  se hubiese subido más de lo conveniente, mostrando unos torneados muslos que incitaban a ser acariciados.
¿Pero que me ocurre?, pensé.
Marguerite es  una buena amiga. Nunca la he mirado con deseo.

Quince minutos más tarde aparcó en las proximidades de la brasserie Le Moulin de la Galette.
Nos acercamos paseando. Mientras ella no paraba de hablar, yo le miraba sonriendo, a la vez que disfrutaba del encanto de las calles del barrio.
Algunos ingenuos turistas estaban siendo hábilmente retratados después de caer en la red de  los maestros del carboncillo y el pincel que intentaban sobrevivir mientras llegaba el Mecenas que valorase su talento. Yo tuve más suerte
La pareja de jóvenes enamorados sentada en un banco, se besaba ajena al resto del mundo que les rodeaba. Se veía en sus miradas el amor ciego y apasionado de los primeros años.
El anciano que, con mirada triste y elegantemente vestido, paseaba a su perro añorando, probablemente tiempos pasados, tiempos de juventud.
Por primera vez en muchos meses, me sentí bien. Un sentimiento casi olvidado que parecía felicidad se adueñó de mí durante unos minutos.

El restaurante tenía el  aura de Renoir, no en vano pintó en sus proximidades la que probablemente es una de sus mejores obras y del que había tomado su nombre.
La  cena transcurrió entre miradas de extrañeza de Marguerite y mis sonrisas.
Le conté el episodio del suicidio en Riazor. Le conté mi desliz con Prado.
Y ella volcaba sus ojos en mi, intentando llegar a lo mas profundo de mis pensamientos. Yo sabía que su analítica mente estaba procesando la información  y que al final me daría un veredicto.
Ella conocía mi pasado,   mis pesadillas, mi  tendencia a autodestruirme.

            Habíamos terminado nuestro café y después de un breve momento de silencio me dijo
-          Salgamos a  pasear

Hacía frío y se subió la solapa de su abrigo en un gesto inconsciente. Fuimos caminando   hasta las proximidades del Sacre Coeur. La majestuosidad del templo transmitía serenidad. Pasé mi brazo por sus hombros intentando transmitirle un poco de calor, aunque en realidad quería sentir su contacto.





Llegamos a la zona ajardinada que rodea la Basílica. La ciudad se veía preciosa con la torre Eiffel iluminada.

-          Sentémonos en el césped – le pedí
-          Pero nos vamos a congelar
-          Sentémonos, te lo ruego
-          De acuerdo – aceptó – Estás muy raro, y creo saber por que.
-          Quizás tengas razón, pero ahora déjame disfrutar el momento

Sus ojos brillaban como estrellas y decidió tumbarse a contemplar el cielo. Los cerró. Yo me incliné apoyándome en el brazo y sin previo aviso le dí un beso en la boca. Pareció sorprenderse, pero no me rechazó. Sus labios sabían a caramelo, los abrió y mi lengua fue en busca de la suya mientras las yemas de mis dedos se enredaban en su pelo.
Noté como empezaba a excitarse y entonces me separé.

-          Perdona, no debí hacerlo. Llévame al hotel, por favor.

Marguerite se quedó algo desconcertada, pero no dijo nada.
Llegamos hasta el coche y en silencio me llevó hasta L’Avenue de L’Opera  donde estaba mi  hotel. Yo tampoco abrí la boca durante el trayecto.

-          Mañana te llamaré. Necesito decirte algo.
-          D’acord – respondió mirándome con tristeza

Los neumáticos se quejaron cuando el coche salió disparado. La calle estaba desierta.




Ya en la habitación mi cabeza no paraba de dar vueltas a lo ocurrido. Pensaba en voz alta, mientras decía
-      Eres gilipollas, has mandado a la mierda una amistad de las auténticas ¿Qué le vas a decir? Perdona, me dejé llevar. Estabas irresistible. Fue el embrujo de esta ciudad

A duras penas conseguí calmarme y al cabo de un tiempo me venció el sueño. A la mañana siguiente, la melodía del tf me despertó.  Me di una ducha y con las ideas mas claras, caí en la cuenta de que por primera vez desde hacía mucho tiempo, había conseguido dormir sin tener pesadillas.



Cuando estaba tomando el segundo café en la brasserie del hotel la vi entrar. No era espectacular,  no robaba las miradas de los hombres a su paso, pero en aquél momento supe que la quería. Que, probablemente desde hace mucho tiempo, la amaba sin saberlo y, para mi, era la mujer más atractiva del mundo.
Me levanté, me acerqué hasta ella cuando estaba hablando con el maître y sin mediar palabra la besé. Fue un beso largo y lleno de sentimientos, sentimientos que ella compartía desde hacía tiempo aunque jamás noté nada. Un beso en el que mi alma, el alma de este aprendiz de pintor, supo que había encontrado la que siempre anduvo buscando entre paletas, pinceles y colores

-          ¿Posaras para mí?


Clochard

Fotografías tomadas de la red

NOTA.-

            Aquí doy por finalizada esta historia y reconozco no estar nada satisfecho de ella. Os pido disculpas por las esperas, los cambios de ritmo, la poca profundidad de la misma, en fin, por el puro en capítulos que os habéis tragado.
            Como quizás tenga mayor coherencia leyéndola seguida, la voy a colgar entera en una pestaña, por si alguien padece de insomnio y le apetece buscar a Morfeo en estas letras.
            Gracias a todos por vuestra paciencia 




sábado, 13 de abril de 2013

EL PINTOR DE ALMAS V


Las lágrimas se deslizaban por mi cara confundiéndose con  gotas de lluvia. 
Perlas de dolor marchito que no era capaz de contener.
Prado me miró y, por un instante me perdí en ese inmenso mar que eran sus ojos, pero fui incapaz de articular palabra. 

-     Adiós Alvaro 

Se marchó sin decir nada, miré a mi alrededor y comencé a experimentar la conocida sensación de ahogo que me provocaba la soledad.

Notaba el aroma a Opium al caminar por las habitaciones.
Me excitaba al notarlo en tu piel. Fue otra prueba de  amor. Cuando te dije  que era mi perfume de mujer favorito, empezaste a usarlo.
Te veía tumbada en el sofá, frente a la chimenea mientras hacías solitarios con la tablet.
Nunca quisiste posar para mí.
Intenté convencerte muchas veces, pero fue inútil.

-          No quiero, ya sabes que no me gusta
 
Nunca acepté que me dejases.
Luché con uñas y dientes aunque mi lucha fue vana
Me enamoré de ti como un adolescente  cuando ya pensaba que ese sentimiento no anidaría más en mi vida.
Y el amor fue creciendo como nunca pude imaginar
A veces me decías – No me comprendes.
Es posible, pero cada día que pasaba a tu lado te quería más.
Tus silencios eran mi agonía
Tus besos mi vida
Tu sonrisa mi inspiración
Cuando mi temperamento me traicionaba, te encerrabas en ti misma y desaparecías.
Ahí empezaba mi muerte en vida
Y un mal día no volviste.
Recibí, mas tarde un escueto correo, argumentando algunas razones para justificar tu marcha. 
Leí  asépticas palabras que sembraron de  dolor  mi alma. Esa que pretendía plasmar  en lienzos. Esa que pedía prestada por unas horas para pintar su reflejo vivo. Esa que no te atreviste a darme
Todavía guardo tus vestidos en el armario de la habitación. De madrugada, antes de acostarme, los acerco a mi cara para sentir su tacto, para captar apenas un ápice del olor de tu piel. Para seguir soñando que sigues aquí conmigo.
“Nunca llegarás a imaginar lo que te quiero”, le digo a un pedazo de suave tela, esperando que me conteste.


            Una semana más tarde, cogí un vuelo a París.
            Faltaban pocos días para la inauguración de la exposición


“…..la vida, en general, no deja de ser un cúmulo de acontecimientos que provocan estados de ánimo y sentimientos dispares en el individuo. 
La vida, la llamada vida que nos toca en suerte, nos lleva a hacernos preguntas,  preguntas que nadie responde por que no hay nada que responder. Es tan solo una transición. Y no me refiero a creer en una religión  o no, es mucho más simple, después de todo no somos mucho más que un conjunto de células que trabajan en equipo durante un tiempo determinado y con una misión concreta, al menos eso es la parte tangible que hay en nosotros.
Todos elegimos, lo difícil es vivir con ello y no hay nadie que pueda ayudarte en eso”
          

Los aplausos llenaron la sala y me levanté con la intención de saludar a una antigua amiga........

Continuará

Clochard



domingo, 7 de abril de 2013

EN BLANCO




El tiempo recorre, incansable, su  camino. Cada minuto pasado fue presente y futuro,  como la vida.

Las palabras se agolpan, pugnan por salir, desordenadas, sin un objetivo que les de sentido. Se mezclan con la tinta que les dará color y vida, y esperan. Esperan nerviosas e impacientes la mano que deslice una pluma por el  infinito.

Y mientras….la hoja sigue en blanco

Clochard

lunes, 11 de marzo de 2013

OSCURIDAD



Tenues reflejos de luz mortecina
Sustentan pábilos firmes en desigual batalla
Mantienen  ilusión trenzada en curvas esquivas
Huyendo de la negrura que le invade

Clochard
Fotografía: Mia
Música: Joan Manuel Serrat

martes, 19 de febrero de 2013

POEMA SIN TITULO

Fotografía: Fedrik Odman

Ojala pudieras oír
Este grito vacío
Destrozaría tus tímpanos
Lleno de odio, desprecio y desvarío

Ojala llegues a sentir
Este dolor vivido
Que atenaza, ahoga, envenena
No eres hiena ni serpiente
Demasiada nobleza para ti   
Confórmate con ser apenas
Algo indefinido y pestilente

Pensaste en ti y solo en ti
Blandiendo espada de un nosotros
Clavaste y sigues hurgando
Buscando inútil sangría
Pues no  se mata a quien murió
En esa, tu historia vacía

Madre de mis hijos eres
Más no mereces tan noble nombre
No los quisiste separar
De esta guerra singular

Madre es la que quiere,
Madre es la que educa
Y además se preocupa
De no hacer olvidar

A sus hijos confundidos
Que su padre tuvo que ver
En el milagro de nacer
Que los quiere más que a su vida
A pesar de su partida

Que nada tiene que ver
La historia de dolor
 Evitando una  muerte en vida
Con lo sentido hacia ellos
Que tan solo es amor

Clochard

miércoles, 13 de febrero de 2013

AGUAS CRISTALINAS






Bañan tus manos
Acarician deseos
Deseos que  escapan
Ilusiones vanas.
Ven a mí.
Bebe
Llena tu corazón
Aleja tus dudas

Aguas cristalinas bañan tu cuerpo
Pidiendo ser amado
Suspira y tiembla por una caricia
Son mis manos húmedas,
Sinuoso falo
que te invade
Gota sobre gota
Incipiente humedad
Se desliza en  tu pecho
Pecho húmedo de pezón erecto
Ávido de ser mordido,  

Son mis labios, agua cristalina
Besando tu boca
Saciando tu sed
Intimidad latente
Provocando tu fuego
Sin quererlo apagar
Gritas, gimes, tiemblas

Somos agua cristalina
Juntos en la dicha y en la desdicha
Imposibles de desligar
Solo agua
Tan pura
Como lo es amar


Para TI

Clochard


martes, 29 de enero de 2013

EL PINTOR DE ALMAS IV

EL PINTOR DE ALMAS  IV





Me senté en una de las mesas situadas en la calle, después de indicarle   a Sofía, la dueña del local,  que me sirviese un café bien cargado para terminar de despertarme
Mientras preparaban  el desayuno, cogí La Voz de Galicia para hacer tiempo y salí a la terraza. El sol invernal ganaba la batalla a algunas amenazadoras nubes. Tímidos rayos se abrían paso ofreciendo un agradable calor.  El diario, recogía, además de los daños materiales provocados por el temporal, la desaparición de una persona, de identidad desconocida hasta ese momento.

Apuré el último sorbo de café y me dirigí hacia el estudio.  Solo faltaban 15 minutos para que Prado apareciese por allí.
Hoy iba a ser una dura sesión. Al cuadro no le faltaba mucho para darlo por terminado e iba a ser la última sesión para la modelo. Los pequeños retoques finales los haría sin ella.

Fue puntual, como siempre.
Se preparó mientras yo sacaba los matices deseados  en la paleta.
La luz se filtraba a través del inmenso ventanal del ático. Su cuerpo resplandecía, pero su mirada era triste. El contraste del azul de sus ojos con su pelo azabache siempre era irresistible, pero ese día había algo que le preocupaba yo lo notaba.
No comentó nada y respeté su silencio. Después de dos horas, Anxela llamó discretamente a la puerta del estudio, había terminado y se marchaba a su casa, también había dejado la comida preparada.

Le sugerí a Prado hacer una pausa para el almuerzo proponiéndole que me acompañase.

-          Así ganamos tiempo- Le dije

Aceptó y me dirigí a la cocina mientras ella se vestía
Anxela había preparado un Solomillo de Ibérico al Hojaldre acompañado de una reducción de Pedro Ximenez.
Me dispuse a preparar algo para acompañar al solomillo. Y mientras la cebolla se caramelizaba en la sartén, llegó Prado. Se había lavado la cara y su pelo todavía mostraba  signos de  humedad.
Se acercó

-          ¿Qué haces? - Preguntó
-          Preparo algo más de comer.  Hay una botella de vino en el frigorífico. ¿La abres?
-          Claro – Respondió

Se había puesto una bata que modelaba  sus redondeadas formas. La parábola del escote se abría dejando entrever la curva de sus pechos. Yo intentaba centrar mi atención para que la cebolla no se quemase, pero ella se percató de mis fugaces miradas.

-          Estás cansado de verlas – me dijo con una sonrisa

Me sonrojé como un adolescente al que pillan con una revista porno y le contesté nervioso

-          Bueno, es que no es lo mismo

Sonrió ante mi comentario y me ofreció la copa.

-          Me alegra verte sonreír - dije
-          ¿Por qué?
-          Hoy la tristeza te acompaña como una sombra.
-          Bueno, es el último día de trabajo y ¿quién sabe cuando volverás a necesitarme?

Saqué el pan del tostador y me dispuse a poner una capa de cebolla caramelizada, sobre ella puse una cucharada de confitura de frambuesa y para terminar unas láminas de foie  mi cuit. Preparé también unos percebes y nos dispusimos a comer

En los meses que Prado vino a posar para el cuadro, fuimos ganando confianza el uno en el otro. Ella me hablaba de sus amores y desamores y yo le aconsejaba, intentando no ser paternalista, a pesar de la diferencia de edad.

Nos sentamos uno junto al otro en la pequeña barra de la cocina, dispuestos a dar cuenta de las viandas. Su proximidad me llenó de un aroma a flores recién cogidas.

Hablamos poco, de temas intrascendentes.  
Al sentarse, cruzó sus piernas y la bata se abrió. El Albariño comenzaba a hacer aparición, provocando un sonrosado tono a sus mejillas.
La observaba luchar con los percebes para abrirlos sin bañarse. Sus delicadas manos eran incapaces de romper el caparazón.

-          Espera, yo te enseño

Mis dedos apenas tocaron los suyos, pero fue como si estableciesen una conexión en el leve contacto.

-          Mira, clava la uña aquí y, una vez abierto, estira para sacar la piel

Me dio las gracias con una sonrisa y en silencio.
La  sensualidad de sus movimientos no era provocada. Su naturaleza era así.
Sutiles e inapreciables roces de su desnuda pierna, el movimiento de su boca al masticar, descuidadas miradas que indefectiblemente se encontraban con las mías. Todo  llenaba  el silencio. No hacían falta palabras. Si se hubiesen pronunciado desaparecería la magia de esos momentos.

El blanco dio entrada al tinto. Un Viña Ardanza escanciado en las copas nos dio la excusa para brindar.
Saqué el solomillo del horno. Su forma fálica parecía provocar todavía más a nuestros sentidos.
El hojaldre crujió al ser cortado, dejando ver en su interior la pieza de carne redonda y sonrosada. Puse una generosa porción en su plato y a su lado, la untuosidad de la reducción hacía difícil su caída, dilatando el momento.
Deslizó la parte recién trinchada   hasta unirse con la salsa y la llevó a su boca.
Su gesto de aprobación se confundió con la sensación del placer que me producía mirarla.   
Una brizna de hojaldre quedó en la comisura de sus labios.   La punta de su lengua la tocó con mimo para llevarla al interior de su boca.

-          Apenas has comido – me dijo

No sabía, o si, que mi satisfacción  residía en contemplarla. No parecía molestarle que la observase, al contrario. Y mientras lo hacía, vi que su respiración estaba un poco más agitada de lo normal. Que sus pezones pugnaban por atravesar la liviana tela de su bata. Que cruzaba y descruzaba sus piernas  en movimientos nerviosos.
La deseaba, pero no con la ansiedad de hacerla mía por pura satisfacción personal.
Quería que  sintiese esa forma de deseo que va más allá del simple placer físico. Quería que su cuerpo fuese una extensión de su alma en la búsqueda del placer absoluto. Sabía que estaba húmeda y me gustaba la sensación.
El postre fue un clásico. Dos días antes compré unas fresas silvestres y las bañé en tres chocolates.
Quité los platos de la mesa y saqué el pequeño jarrón chino que, a modo de florero, contenía las fresas atravesadas en palos de bambú y abrigadas  con una  cobertura de chocolates, puro, blanco y con leche.
Lo acompañamos con un  Gramona Imperial. Tomé una brocheta de chocolate puro y la acerqué a su boca. Perfilé sus labios con ella, Abrió su boca y su lengua emergió con intención de atraparla.

- Dámela - susurró

Escuché el crujido del chocolate al fraccionarse. Sentí la jugosidad de la fresa al ser mordida por sus dientes. Una gota cayó por sus labios y la recuperé con un dedo llevándola a mi boca.
Había deseo en su mirada. El azul de sus ojos me desnudaba mientras ingería el  ácido dulzor de la fruta en comunión con la amargura del chocolate. Me situé detrás de ella y aspiré el aroma de su cabello. Descubrí su blanco cuello y lo besé. Un tímido gemido salió de su garganta y me animó a continuar. Deslicé la punta de mi lengua humedeciéndolo. Alternaba pequeños mordiscos en el lóbulo de su oreja con suaves caricias de mis manos sobre sus pezones por encima de la bata. Apenas los rozaba aumentando su excitación.
No pudo  o no quiso aguantar más. Se levantó del taburete y se volvió hacia mi. Sus manos cogieron mi rostro y acercaron mi boca a su boca. Las mías sopesaban la dureza de sus nalgas, intentando fundirla con mi pelvis. Nuestras lenguas se sumieron en una batalla sin sentido. Sabía a fresa y chocolate. Mi boca recorrió su cara, sus ojos, su cuello, las curvas de sus pechos.
Le di la vuelta sin que opusiese resistencia. Deshice el nudo de la cinta que sujetaba su bata y la abrí. Mi cuerpo se pegó al suyo, haciéndole  notar mi excitación Apoyó sus brazos sobre el banco y me ofreció su deseo con sumisión. Desplacé la bata y la subí por encima de su cintura. Sus gemidos demostraban premura por  sentir mi sexo. 
Entré en ella con suavidad, y se inició una danza ritual en la que el movimiento de sus caderas se acompasó a los envites de mi pelvis, con el tempo justo para llevarnos al clímax  casi simultáneamente. 

Continuará

Clochard