Marguerite
exhibió una sonrisa al ver que me acercaba. Varios folios estaban
cuidadosamente distribuidos en la mesa desde la que había hecho la presentación
de su libro y se disponía a guardarlos en un ajada cartera de piel que había
tenido mejores épocas. Los asistentes abandonaban bulliciosamente el salón de
actos, mientras comentaban entre ellos los matices del que prometía ser un
nuevo éxito de ventas de mi vieja amiga.
-
Bon
jour, Alvago.- dijo arrastrando la g
A pesar de los años que hacía que
éramos amigos y de que hablaba con fluidez el castellano, había sido incapaz de
aprender a pronunciar bien mi nombre
-
Bon jour Marguerite – respondí también con una sonrisa
Después de
una breve charla para ponernos al día desde la última vez, le acompañé hasta su
coche que estaba aparcado en las proximidades.
-
Cenaremos
en Montmartre, en la brasserie de un amigo
-
Me
parece perfecto – Respondí
Al salir del aparcamiento, el rugido
del motor de su Quattroporte provocó miradas de admiración de algunos
viandantes
Marguerite se sumergió en el
frenético tráfico parisino y mientras me relataba el trabajo de campo de su último libro, me
dediqué a admirarla, sabiendo que su concentración al volante no disminuía a pesar de estar hablando.
Llevaba el pelo corto, lo que le
daba un aire más juvenil. Su vestido negro, ceñido y corto insinuaba un pecho
firme y natural. Su posición en el asiento hacía que la falda se hubiese subido más de lo conveniente,
mostrando unos torneados muslos que incitaban a ser acariciados.
¿Pero que me ocurre?, pensé.
Marguerite es una buena amiga. Nunca la he mirado con
deseo.
Quince minutos más tarde aparcó en
las proximidades de la brasserie Le Moulin de la Galette.
Nos acercamos paseando. Mientras
ella no paraba de hablar, yo le miraba sonriendo, a la vez que disfrutaba del
encanto de las calles del barrio.
Algunos ingenuos turistas estaban
siendo hábilmente retratados después de caer en la red de los maestros del carboncillo y el pincel que
intentaban sobrevivir mientras llegaba el Mecenas que valorase su talento. Yo
tuve más suerte
La pareja de jóvenes enamorados
sentada en un banco, se besaba ajena al resto del mundo que les rodeaba. Se
veía en sus miradas el amor ciego y apasionado de los primeros años.
El anciano que, con mirada triste y
elegantemente vestido, paseaba a su perro añorando, probablemente tiempos
pasados, tiempos de juventud.
Por primera vez en muchos meses, me
sentí bien. Un sentimiento casi olvidado que parecía felicidad se adueñó de mí
durante unos minutos.
El restaurante tenía el aura de Renoir, no en vano pintó en sus
proximidades la que probablemente es una de sus mejores obras y del que había
tomado su nombre.
La
cena transcurrió entre miradas de extrañeza de Marguerite y mis
sonrisas.
Le conté el episodio del suicidio en
Riazor. Le conté mi desliz con Prado.
Y ella volcaba sus ojos en mi,
intentando llegar a lo mas profundo de mis pensamientos. Yo sabía que su
analítica mente estaba procesando la información y que al final me daría un veredicto.
Ella conocía mi pasado, mis pesadillas, mi tendencia a autodestruirme.
Habíamos
terminado nuestro café y después de un breve momento de silencio me dijo
-
Salgamos
a pasear
Hacía frío y se subió la solapa de
su abrigo en un gesto inconsciente. Fuimos caminando hasta
las proximidades del Sacre Coeur. La majestuosidad del templo transmitía
serenidad. Pasé mi brazo por sus hombros intentando transmitirle un poco de
calor, aunque en realidad quería sentir su contacto.
Llegamos a la zona ajardinada que
rodea la Basílica. La ciudad se veía preciosa con la torre Eiffel iluminada.
-
Sentémonos
en el césped – le pedí
-
Pero
nos vamos a congelar
-
Sentémonos,
te lo ruego
-
De
acuerdo – aceptó – Estás muy raro, y creo saber por que.
-
Quizás
tengas razón, pero ahora déjame disfrutar el momento
Sus ojos brillaban como estrellas y
decidió tumbarse a contemplar el cielo. Los cerró. Yo me incliné apoyándome en
el brazo y sin previo aviso le dí un beso en la boca. Pareció sorprenderse,
pero no me rechazó. Sus labios sabían a caramelo, los abrió y mi lengua fue en
busca de la suya mientras las yemas de mis dedos se enredaban en su pelo.
Noté como empezaba a excitarse y
entonces me separé.
-
Perdona,
no debí hacerlo. Llévame al hotel, por favor.
Marguerite se quedó algo
desconcertada, pero no dijo nada.
Llegamos hasta el coche y en
silencio me llevó hasta L’Avenue de L’Opera
donde estaba mi hotel. Yo tampoco
abrí la boca durante el trayecto.
-
Mañana
te llamaré. Necesito decirte algo.
-
D’acord
– respondió mirándome con tristeza
Los neumáticos se quejaron cuando el
coche salió disparado. La calle estaba desierta.
Ya en la habitación mi cabeza no
paraba de dar vueltas a lo ocurrido. Pensaba en voz alta, mientras decía
- Eres
gilipollas, has mandado a la mierda una amistad de las auténticas ¿Qué le vas a
decir? Perdona, me dejé llevar. Estabas irresistible. Fue el embrujo de esta
ciudad
A duras penas conseguí calmarme y al
cabo de un tiempo me venció el sueño. A la mañana siguiente, la melodía del tf
me despertó. Me di una ducha y con las
ideas mas claras, caí en la cuenta de que por primera vez desde hacía mucho
tiempo, había conseguido dormir sin tener pesadillas.
Cuando estaba tomando el segundo
café en la brasserie del hotel la vi entrar. No era espectacular, no robaba las miradas de los hombres a su
paso, pero en aquél momento supe que la quería. Que, probablemente desde hace
mucho tiempo, la amaba sin saberlo y, para mi, era la mujer más atractiva del
mundo.
Me levanté, me acerqué hasta ella
cuando estaba hablando con el maître y sin mediar palabra la besé. Fue un beso
largo y lleno de sentimientos, sentimientos que ella compartía desde hacía
tiempo aunque jamás noté nada. Un beso en el que mi alma, el alma de este
aprendiz de pintor, supo que había encontrado la que siempre anduvo buscando
entre paletas, pinceles y colores
-
¿Posaras
para mí?
Clochard
Fotografías tomadas de la red
NOTA.-
Aquí doy por finalizada esta
historia y reconozco no estar nada satisfecho de ella. Os pido disculpas por las
esperas, los cambios de ritmo, la poca profundidad de la misma, en fin, por el
puro en capítulos que os habéis tragado.
Como quizás tenga mayor coherencia leyéndola
seguida, la voy a colgar entera en una pestaña, por si alguien padece de insomnio
y le apetece buscar a Morfeo en estas letras.
Gracias a todos por vuestra
paciencia